Ensayos y errores: Poética del impedimento

Ensayos y errores puede comprenderse plenamente si se la piensa dentro del linaje del documental autobiográfico, donde la primera persona deja de ser solo una  mera dimensión confesional y se transforma en una operación reflexiva sobre la propia existencia mediada por la cámara. En este sentido, la película utiliza la comedia de errores no como ornamento narrativo, sino como principio estructurante: las equivocaciones, los contratiempos y los desajustes que atraviesan el rodaje se convierten en materia prima de la narración

En la forma de un documental autobiográfico y reflexivo, el cineasta Ignacio Rojas nos muestra la cotidianeidad de su propio devenir. Recién egresado de cine, registra el período en el cual, careciendo de proyectos cinematográficos se ve obligado a trabajar en la Boutique de su madre en el balneario de Reñaca. Durante los setenta minutos de metraje acompañaremos a Ignacio en las renuncias y pequeñas victorias que implican su inserción en un micro mundo que le devuelve una inusitada versión de sí mismo. Sin conocer las exigencias de un medio que le es ajeno, totalmente alejado de los requerimientos de su profesión, debe tomar fotos de la ropa que ofrece la tienda, servir como asesor de imagen de las clientas, rodar un spot publicitario de bajo presupuesto, catalogar la ropa que ofrece la boutique, e incluso limpiar vitrinas. Desde aquí, Ignacio se enfrenta una y otra vez a operar en un mundo en donde la formación artística y su conocimiento sobre el cine no tienen validez.

Emplazado en un contexto donde abunda lo prosaico y lo anodino, la decisión de tomar la cámara y documentar, parece un acto de resistencia ante la posibilidad de desvanecerse y finalmente extraviarse en lo pedestre de su improvisada actividad laboral. El acto de filmar deja de ser un medio para contar una historia, la historia, es el proceso mismo de filmar y sus momentos determinantes son sus límites, sus incertidumbres y sus posibilidades. De esta forma Ignacio no solo observa: se transforma en objeto, sujeto y dispositivo de un documento que hace de la autoexploración y del estado de ánimo ante las cosas el sentido estético del film.

El gesto se advierte simple, sin pretensiones, sin grandes alocuciones ni discursos, y será esa simpleza y falta de artilugio la carta de navegación en esta vocación de convertir su rutina en materia cinematográfica. Totalmente alejado de la épica y mas allá de los acontecimientos, el registro nos devuelve la visibilización del proceso interno de un aspirante a cineasta en pausa creativa, cuya pulsión se ve supeditada a la necesidad de encontrar en su actualidad una narrativa que lo redima. Y funciona. Porque a través de un relato íntimo y observacional, pequeños actores de este clima se van transformando en prototipos de tensiones relativas al mismo quehacer artístico. La madre, como mandante de productos publicitarios fotográficos que desdeñan el trabajo del hijo en cuanto que gestora mercantil del trabajo de Ignacio, se arroga un gusto que no hacen mas que evidenciar el desconocimiento y la desconexión con el mundo de su hijo. De esta forma, se hace evidente el locus en el cual se emplaza la acción: establecer mas preguntas que respuestas sobre la condición misma del trabajo del cineasta en un entorno simbólico que le es inherentemente hostil y estéril.

En ese sentido, Ensayos y errores establece preguntas acuciantes: ¿Cómo se crea cuando se carece de opciones, de correlato, de un soporte industrial que acompañe el camino de la creación? ¿Cómo se hace, desde la soledad una obra que lejos de la épica y monumentalidad pueda conllevar un camino lleno de obstáculos? Y la respuesta llega en forma de una historia mínima, que plantea no una epopeya, si no una pequeña disquisición filosófica del error. En esa misma línea, el título es menos enunciativo que estructural. es decir, proponer el error no como accidente, si no como motor estético, no como falla o desvío, si no como poética y condición connatural al quehacer artístico.

Los primeros momentos del metraje determinan un flujo aparente: estamos observando la vida real de alguien que, situado en una condición de vida diferente a la que hubiese deseado, utiliza su precarización como estructura narrativa abierta respecto de una actualidad tentativa y sobre todo, totalmente desesperanzada. Al parecer, aquello que se crea cuando los procesos mismos de la creación nos han sido negados, da como resultado el germen de la historia mas cautivadora que puede ser contada: La vida real sin intermediarios, que nos dice que la puesta en escena de lo cotidiano puede ser un territorio prolífico de pensamiento y simiente de la producción de una obra. Y es imposible no empatizar e incluso atreverse a sentirse suspendido en el suceder de eventos que el protagonista no puede controlar. Lo cinematográfico al arbitrio de las leyes naturales del tiempo, de la inacción, de la inestabilidad, del caos o de la belleza, pero emergiendo desde una narratividad mínima.

Es entonces, cuando aparece una joven fotógrafa que la madre de Ignacio contrata para tomar fotografías de los estilismos de la tienda. A partir de aquí, y una situación de comedia romántica que aparece entre ambos, se instala una operación de artficio y ficción que dejan de lado el verismo documental. Y es que se advierte en la relación de ambos, una cierta afectación, una intimidad guionizada, que nos reubica frente a lo presentado, que nos quita la inocencia, lo que se reafirma aún mas ante la puesta es escena de Ignacio dando instrucciones a su madre sobre el siguiente plano.

Entonces, comienza el estallido social del 2019 y éste encuentra a Ignacio en la calle, con la cámara en la mano. Y lo real, que antes parecía ser el sustento de lo presentado, es ahora un intruso, que es, sin embargo, bienvenido. Rojas se percata de estar frente a un evento único. Y aún más frente a la particularidad de estar registrando una de las pocas “contramarchas” – contra el estallido social- que se realizaron precisamente en Reñaca, tensionando por algunos días bandos opuestos en la quinta región. Aquí incluso la cámara de Ignacio, acostumbrada al gesto repetitivo de narrar lo ordinario, capta la presencia de John Cobin, el conocido ciudadano estadounidense que luego disparará contra la multitud del estallido que realizaba el cántico “El que baila pasa”. Sin quererlo, el pequeño relato se entronca con la contingencia de la gran Historia, y entendemos, que este gesto de enarbolar la creación, y darle espacio a la pulsión artísticade la propia voz incluso en medio de la desesperanza y el vacío, es también la poética de toda una generación, que en el gesto de salir a la calle encuentra también la materialización de su propia resistencia.

Sin embargo, y a pesar de las modulaciones del film, todas estas operaciones van a verse atravesadas por la economía expresiva de una “voice over” desvitalizada que enfatiza aún mas el carácter emocionalmente apagado y desafectado de la obra. El uso performativo de la voz es la presencia física del cansancio y la apatía de quien parece no tener nada que decir, o de quien lo hace desde la anomia, en una narrativa que parece avanzar, “a pesar de todo”. Imposible es no recordar a Chantal Akerman o a Ross McElwee con su cine de la autorepresentación y el agotamiento, en donde la voz confabula con este intento de no apurar los trazos de la vida y ser capaz de detenerse en el volumen de los gestos, de retratar el cansancio como forma permanente de performar el devenir, sin transformar la vida en espectáculo, sin ofrecernos grandes arcos de transformación.

Ensayos y errores puede comprenderse plenamente si se la piensa dentro del linaje del documental autobiográfico, donde la primera persona deja de ser solo una  mera dimensión confesional y se transforma en una operación reflexiva sobre la propia existencia mediada por la cámara. En este sentido, la película utiliza la comedia de errores no como ornamento narrativo, sino como principio estructurante: las equivocaciones, los contratiempos y los desajustes que atraviesan el rodaje se convierten en materia prima de la narración, revelando cómo el autor negocia entre lo planificado y lo contingente. Esta lógica de la torpeza, afín a las genealogías de la auto-ficción cinematográfica y a cierto cine post- vérité que incorpora lo fallido— produce un tono que oscila entre la ironía y la vulnerabilidad. El resultado es un dispositivo que evidencia la imposibilidad de una representación estable de sí mismo y, al mismo tiempo, expone la dimensión performativa del yo en el cine: un yo que se ensaya, se equivoca y vuelve a ensayarse, desplazando el error desde lo anecdótico hacia un lugar teórico central. 

De ese modo, la película convierte el error en método, y la autobiografía en un laboratorio donde el yo filmado se vuelve tanto objeto de estudio como material de juego; juego que no alude a la banalización del yo, sino a la posibilidad de que el autor manipule su propia figura —sus tropiezos, indecisiones y desajustes— como elementos narrativos con los que experimentar. La autobiografía se vuelve así un espacio de intervención, donde el yo filmado es simultáneamente documento y dispositivo, sujeto y materia moldeable. 

Es innegable que hay algo genuino e incluso conmovedor en la obra de Rojas Vallejo, porque es el proceso de relatar cómo no está logrando ser quien quiere ser justamente el que lo determina como cineasta. Su capacidad de ver en la opacidad de una rutina errática un germen de creación, es hacer de la precariedad un lenguaje, no un ensayo, no un error, si no una oportunidad de que el cine sea la posibilidad de vivir la experiencia de la duración, de las imágenes y de la voz, mas allá de la vocación literaria de otros formatos. Ensayos y errores, es, finalmente el epítome de todo aquello que impide hacer una película, transformado en cine.

Guión y Dirección: Ignacio Rojas Vallejo. Producción General: Sebastián Cartajena Alvarado. Producción Ejecutiva: Alexis Sánchez Baeza. Montaje: María Teresa Viera-Gallo, Ignacio Rojas Vallejo. Con la participación de: Ignacio Rojas Vallejo, Paula Vallejo Reyes y Celina Rozenwurcel. Casa Productora: Ciudad Cultural Producciones. País: Chile. Año: 2024. Duración: 70 min. Distribuye: Miradoc