Las Cenizas: Narrativa con traspié
Es en este contexto que Las Cenizas se promociona como un thriller aunque resulta algo fallida en ese género. Los hallazgos de Irene parecen forzados, inverosímiles, y en ocasiones se sienten como un simple lugar común, un recurso manido del cine de suspenso más comercial.
Luego de una convocaría abierta, hace algunos días se estrena en el circuito Red de Salas, el largometraje Las Cenizas, bajo la dirección de Stjepan Ostoic Papic. Ambientada en Antofagasta en octubre del año 2019, Las Cenizas, relata la historia de Irene (Paola Lattus), quien indaga en las razones de la muerte de su recién fallecido padre. Irene de unos 40 años, es soltera, muy devota y ha dedicado su vida al cuidado de ese hombre, con quien parece unirla un tierno amor filial. En el reducido círculo social que rodea a esta familia de dos, solo se encuentran el personal del hogar de reposo y el “tío” José Antonio (José Soza), el mejor y más antiguo amigo del padre.
La historia se desarrolla en no más de dos o tres días, los que siguen al fallecimiento del padre de Irene, Abraham. En ese tiempo se desencadena en la vida de esta mujer una sucesión de situaciones que la conducen desde la tristeza a la decepción y finalmente la desesperación. Esta apretada y apurada sucesión de emociones se condensa en 70 minutos de imágenes en blanco y negro, teniendo en el trasfondo los sonidos del estallido social en el norte del país. Durante este tiempo, la conmoción de la muerte y la obcecación por negarse a aceptarla, sumadas a varias pistas dejadas, empujan a Irene a buscar una verdad que no sabía que toda su vida tuvo enfrente, particularmente vinculada a su padre y su relación con la dictadura de Pinochet.
Es en este contexto que Las Cenizas se promociona como un thriller aunque resulta algo fallida en ese género. Los hallazgos de Irene parecen forzados, inverosímiles, y en ocasiones se sienten como un simple lugar común, un recurso manido del cine de suspenso más comercial. “¿Qué está tratando de decirme papá?” suelta Irene en el silencio de su habitación mientras revisa las notas de su padre en una Biblia vieja. Este es un ejemplo de lo descontextualizadas que son algunas secciones del guion, porque hasta ahí nada ha sugerido algo al respecto.
El personaje de Irene contiene claroscuros, que se intensifican con la actuación de Paola Lattus, siempre potente y magnética. Pero en cuanto a personaje parece también poco claro el diseño. Una posibilidad es entender a Irene como la víctima de un hombre opresor, un padre que le ha cercenado la vida a punta de rezos y mojigatería, que la ha vuelto huraña, algo ignorante, alejada de la modernidad y sumida siempre en el miedo y la desconfianza. Es también posible que esta forma de ser fuera consecuencia de la existencia clandestina que el padre pretendió darse para sí mismo con el fin de protegerse de la justicia o de la venganza. No obstante, ninguna de estas hipótesis explica por qué en ocasiones Irene parece ser una mujer astuta y resuelta y en otras una criatura de rasgos casi limítrofes. Otros personajes en cambio, tal vez porque no requieren adentrarse en sus motivaciones, resultan más coherentes.
Desde otro ángulo, la conjunción del asunto personal -aun cuando no privado- de Irene, su padre, los cómplices y las víctimas, con el momento político y social en que se desarrolla la historia, está destinada a una comprensión acotada. Entender la relación entre ambos aspectos implica conocer la historia reciente de Chile porque apela a nuestros propios temas no resueltos que el espectador nacional podrá reconocer sin mucho esfuerzo, pero eso delimita el alcance del filme porque, nuevamente, se queda estrecho. Es tangencial lo que se expone acerca de lo que está ocurriendo en Chile mientras Irene se enfrasca en su investigación. Pero el dato no es menor porque expone la vigencia de una ruptura que aún nos duele. Por esto es por lo que parece acertado y elocuente hacer converger estos dos ámbitos, lo lamentable es que ello se plantee de una forma que se siente poco efectiva y congruente.

De esta manera Las Cenizas explora narrativamente en el presente una esquirla más de los tiempos violentos que vivíamos hace 40 años. Se trata de un relato novedoso en una temática recurrente en el cine chileno, con interesantes aciertos en las actuaciones de José Soza, Paula Zuñiga (la abogada de Abraham), Luz Domic (como Simón la administradora del hogar) y la propia Paola Lattus. También rescato el manejo de la cámara, que entrega algunos planos y secuencias sutiles, pero de lograda fuerza dramática en que cualquier palabra hubiera sobrado. La debilidad de Las Cenizas está, sin embargo, en un guion que peca de exceso de confianza en que, en un relato sucinto, sea posible convencer de la tragedia que se cierne sobre Irene a lo largo de toda su vida. Esta historia exigía, a mi juicio, un poco más de desarrollo para comprender mejor el tratamiento de la sospecha, de la estructura de la conspiración, de la resistencia y el colapso en la mente de Irene, y de la revelación del pasado oculto. Una mejor gestión del suspenso para confirmar que efectivamente estamos frente a un thriller, de aquellos en que el espectador haya podido transitar tensamente desde la incomodidad hasta la ansiedad y en que, al terminar, pudiera declararse sorprendido. El esfuerzo se aprecia, pero a fuerza de sintetizar, Las Cenizas termina por quedarse corta, cuando todo se precipita sin haber entregado tiempo suficiente para intrigarse. El suspenso en el cine es un proceso que se produce en la psiquis del observador, ese proceso en Las Cenizas, es trunco y avanza trastabillándose en el apuro.
Dirigida por: Stjepan Ostoic Papic. Guion: Stjepan Ostoic Papic. Elenco: Paola Lattus, Paula Zúñiga, José Soza, Luz Domic, Ángel Lattus, Teresa Ramos, Nora Catalano. Casa productora: Extranjero Films, Infractor Films, Marandino Films. Producción ejecutiva: Alejandro Ugarte, Jorge Donoso, María Paz Eberhard, Matías Echeverría, Stjepan Ostoic Papic. Producción: Stjepan Ostoic Papic, Walter Alvarez. Asistente de dirección: Francisco Álvarez. Dirección de fotografía: Jorge Donoso. Montaje: Stjepan Ostoic Papic. Dirección de arte: Catalina Ahumada. Sonido: Juan Pablo Páez. Música: Ángela Acuña

                        